Mayo, a propósito de la revolución y el trabajo por el Plata.
Tres ficciones históricas que dan cuenta de un cambio de paradigma
Homenaje cinematográfico al contexto revolucionario de 1810 y a la importancia del trabajador en la cadena mundial de producción.
Algunos años antes de la “Semana de Mayo” de 1810, en el Virreinato del Río de
la Plata y su independencia declarada en 1816, existieron varios hechos que entramaron el proceso independentista latinoamericano, entre otros, la revolución haitiana de 1791 que abolió la esclavitud en la colonia francesa de Saint-Domingue, y que proclamó a
la República de Haití. Otros se dieron en la metrópoli española, casi en simultáneo con los episodios que influenciaron a buena parte del mundo occidental:
la Independencia de los Estados Unidos de 1776,
la Revolución Francesa de 1789 y
la Revolución Industrial en Gran Bretania.
En Europa se desarrollaban las Guerras Napoleónicas, entre cuyos principales contendientes se encontraban el Imperio Napoleónico contra el Reino Unido y el Reino de España. Las fuerzas francesas tuvieron una gran ventaja inicial, y mediante las abdicaciones de Bayona se forzó la renuncia de Carlos IV y su hijo Fernando VII, los cuales fueron reemplazados por José Bonaparte, hermano de Napoleón. La monarquía española intentó resistir formando
la Junta de Sevilla y, tras la derrota de ésta, el Consejo de Regencia de España e Indias.
La Revolución de Mayo constituyó una serie de acontecimientos revolucionarios ocurridos en 1810, en la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de
la Plata, entre el 18 de mayo, cuando se confirmó la caída de
la Junta de Sevilla y el 25, fecha en que asumió
la Primera Junta.
Por causa de esta revolución fue depuesto el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, hecho que permitió a los criollos dirigir el poder político y desarrollar libremente sus actividades comerciales (el
libre mercado), pero el sentimiento revolucionario, tanto en el Río de
la Plata como en el resto de las colonias latinoamericanas, comenzó a crecer porque un flamante paradigma se instalaba en el “nuevo mundo”.
Las ideas liberales difundidas gracias a la ilustración por todo el mundo y, en especial, en las universidades, academias literarias y sociedades económicas, proclamaban principios contrarios a la actuación de España en sus colonias y muchos de ellos tuvieron gran influencia en los líderes revolucionarios de la época, tales como el principio de soberanía nacional, el contrato social de Rousseau y los derechos individuales.
La declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776 inspiró movimientos similares en las colonias españolas en América y sirvió como ejemplo para que los criollos comenzaran a creer que una revolución era posible. En su constitución los Estados Unidos proclamaban que “todos los hombres eran iguales ante la ley”, (aunque, por entonces, dicha proclamación no alcanzaba a los esclavos), defendía los derechos de propiedad y libertad, y establecía un sistema de gobierno republicano.
Otro elemento, antes mencionado, fue el triunfo de
la Revolución Francesa de 1789 y la difusión de sus ideales, en donde una asamblea popular finalizó con siglos de monarquía con la destitución y ejecuciones del rey Luis XVI y su esposa María Antonieta, y la supresión de los privilegios de los nobles.
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, cuyos principios eran: "libertad, igualdad, fraternidad", tuvieron una gran repercusión entre los jóvenes de la burguesía criolla.
La Revolución francesa motivó también la expansión en Europa de las ideas liberales, que impulsaban las libertades políticas y económicas.
En Gran Bretaña, mientras tanto, se inicia la revolución industrial, y para satisfacer ampliamente las necesidades de su propia población necesitaba nuevos mercados a los cuales vender su creciente producción de carbón, acero, telas y ropa. Gran Bretaña ambicionaba que el comercio de las colonias españolas en América dejara de estar monopolizado por su metrópoli. Para lograr este fin se procuraba conquistar a las colonias (lo cual se intentó, en forma fallida, mediante las Invasiones Inglesas en Buenos Aires) o bien promover su emancipación.
De
la Revolución industrial pueden distinguirse dos etapas: la primera del año 1750 hasta 1840, y la segunda de 1880 hasta 1914, y ambas implicaron el traspaso de la población del campo a la ciudad, migraciones internacionales, crecimiento de la población mundial, el desarrollo del capitalismo y el nacimiento del proletariado y la reflexión acerca de la cuestión social por parte de
la Iglesia.
La tradición artesanal anterior al proceso de independentista se mantuvo en América Latina durante la mitad del siglo XIX. Esto posibilitó que las primeras organizaciones gremiales surjan como sociedades de apoyo mutuo. Destaquemos que en el continente prevalecían las actividades primarias.
En
la Argentina aparecen, a partir de mediados del siglo XIX, organizaciones que agrupan a tipógrafos, ferroviarios, sastres, zapateros, etc. En 1890 se crea
la Federación Obrera, que publica un periódico, el obrero, en ese mismo año se forma un comité internacional obrero y se resuelve festejar el 1º de mayo como fecha de lucha del proletariado mundial.
Un año antes un delegado argentino había concurrido a la fundación de
la Segunda Internacional. Este hecho no es extraño, si tenemos en cuenta las características del proletariado en
la Argentina, constituido por gran cantidad de inmigrantes europeos llegados en esos años, formados en las nuevas ideas socialistas y anarquistas de
la Europa del fin de siglo.